Por Juan Torres López
Por fin se produjo lo que Rajoy, como otras tantas cosas que ha 
negado, aseguró que nunca se produciría. En una carta, por cierto, 
plagada de faltas y con redacción deplorable, España se entrega  una vez
 más a los poderes financieros y se somete a un designio que inmola los 
intereses nacionales en aras de los mismos grandes banqueros que han 
provocado el daño que sufrimos.
Lo que Rajoy y sus ministros negaban que se fuese a dar, lo habíamos 
anticipado con precisión Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo en nuestro 
libro Lo que España necesita. Una réplica con propuestas 
alternativas a la política de recortes del PP que ya está en librerías 
publicado por Deusto Ediciones. En su página 96 escribimos: “En esta
 situación a los bancos acreedores, principalmente alemanes, lo único 
que les interesa es salvar sus muebles, es decir, que se garantice que 
los bancos españoles van a pagar su deuda con ellos. Por eso, con el 
apoyo de sus gobiernos, presionan al español para que tome medidas que 
garanticen el saneamiento de sus balances  y el pago de la deuda. Y no 
les importa que dándole prioridad a esto se deteriore cada día más la 
economía porque esa es la excusa perfecta que tendrían para intervenir y
 ‘rescatar’ a España, es decir, para obligarla a suscribir préstamos 
cuantiosos que se dedicaría directamente a refinanciar a los bancos 
españoles para que estos devolvieran a su vez la deuda a sus 
acreedores.”
Da hasta vergüenza escribir de nuevo para adelantar –como venimos 
haciendo muchos economistas críticos desde hace años– lo que va a 
ocurrir en los próximos meses, pero es que no resulta difícil preverlo y
 es preciso combatir como sea la mentira continua de nuestros 
gobernantes. Ya se han “rescatado” de esta forma a otros países y en 
otros lugares, así que sabemos casi a ciencia cierta lo que nos va a 
ocurrir a nosotros cuando se nos aplique el mismo protocolo.
Lo primero que sabemos es que no nos entregamos a almas beatíficas, 
que sepan cuál es la cura que precisan nuestros males y que tengan los 
medios para evitarlos, como nos hacen creer. Las autoridades a las que 
recurrimos para que nos salven son las que han tomado las decisiones que
 nos han llevado a la situación en las que estamos y las que se muestran
 totalmente incompetentes e incapaces de sacar a los países europeos de 
la crisis. Son las que miraron a otro lado cuando los bancos alemanes y 
europeos en general financiaban la burbuja y cuando cargaban sus 
balances de basura financiera, provocando así que se hundieran las 
economías. Y son las que llevan ya dedicados varios billones de euros a 
salvarlos sin conseguir, sin embargo, que vuelvan a financiar la 
actividad y el empleo, que es lo que deberían haber conseguido para que 
la economía vuelva a ponerse en marcha. Nos ponemos, pues, en manos de 
incompetentes que vienen tomando decisiones en virtud de un 
fundamentalismo ideológico que en lugar de salvar a otros países los ha 
hundido aún más después de rescatarlos. Así que es demasiado ingenuo, o 
una verdadera locura, creer que cuando lo hagan con nosotros van a tener
 un súbito ataque de sabiduría y lucidez que los lleve a tomar las 
decisiones correctas que no han sabido adoptar hasta ahora con ningún 
otro país.
Sabemos que este rescate es, en todo caso, un rescate de los bancos y
 que ni siquiera eso va a funcionar bien. El rescate que se prepara no 
va a resolver los problemas del sector bancario porque se adopta sin 
haberse atrevido a poner en negro sobre blanco la verdadera situación 
patrimonial de cada uno de ellos, para evitar así el escándalo de 
mostrar las barbaridades que han cometido los banqueros españoles (y 
alemanes, no lo olvidemos) a costa de hundir a la economía. No va a 
funcionar y no va a servir para tranquilizar a los mercados, por 
utilizar la expresión con la que se refieren a los inversores 
especulativos que hacen el agosto por anticipado con la incertidumbre, y
 la prima de riesgo seguirá desbocada porque nadie se cree los 
resultados de las auditorías privadas que se han realizado para 
justificar la petición de rescate. Sus estimaciones se basan en el 
diseño sin fundamento científico alguno de escenarios que nunca han 
acertado a prever y se refieren al sistema en su totalidad y no en 
concreto a las entidades que necesitan más o menos capital, que hubiera 
sido lo necesario. El rescate de la banca que se prepara tampoco salva 
al sector financiero español como tal, porque este tipo de operaciones 
no se hace para lograr que vuelva a fluir el crédito, que es lo que hace
 un sistema sano, sino para recapitalizar discrecionalmente a las 
entidades y ayudarles a que mejoren sus cuentas de resultados, que es 
otra cosa. Así que el rescate no va a restaurar la solidez del sector, 
ni salvará a la banca en general o a todas las entidades que lo 
conforman, sino que solo conseguirá poner en bandeja de las grandes el 
resto del mercado.
Este rescate, por supuesto, no salva a la economía española sino que 
la hundirá más por varias razones. Porque va a ir de la mano de 
condiciones que van a agudizar la parálisis de la actividad, toda vez 
que no rompen con la tónica de austeridad y descapitalización pública 
que vienen provocándola. Porque no contempla los males de fondo que han 
producido el deterioro estructural de nuestra economía: la 
especialización perversa; la desigualdad; la venta a mal precio de 
activos vinculados a nuestro mercado interno y la pérdida de fuentes de 
ingresos endógenos; la disminución de capacidad adquisitiva de 
asalariados, de trabajadores autónomos y de pequeños y medianos 
empresarios; el mal funcionamiento de nuestra administración pública y 
el gasto innecesario y la corrupción de muchos de nuestros 
administradores y grandes empresarios; el fraude y la inequidad fiscal y
 la carencia de políticas redistributivas potentes que ayuden, como en 
los países más avanzados, a que la actividad sea más sostenible 
económica, ecológica y socialmente y más competitiva… Y, porque, en 
lugar de reforzar las necesarias fuentes de valor que se necesitan para 
que una economía progrese con bienestar (conocimiento, innovación, 
espíritu empresarial, sinergias y creación de redes…) las va a destruir 
para muchos años.
Y el rescate no va a permitirnos salir adelante porque tampoco aborda
 el daño que hace a nuestra economía la pertenencia a una unión 
monetaria mal diseñada, sin resortes de reequilibrio y sin las 
instituciones que la teoría económica más elemental nos ha enseñado que 
debe poseer para no ser un mecanismo endiablado de generación de 
inestabilidad, de desigualdad y de problemas de eficiencia de todo tipo.
Sin abordar estos asuntos, e incidiendo en los que, por el contrario,
 ahondan en nuestras carencias, podemos predecir que la economía 
española va a ir a peor inmediatamente después que se ponga en marcha 
este rescate. Un rescate a costa de todos los ciudadanos que puede dar 
un respiro a algunos grandes banqueros, que tendrán más cerca quedarse 
con todo el mercado, pero que nos pondrá directamente en la antesala de 
otro nuevo, ya de toda la economía y que igualmente podemos anticipar 
que tampoco servirá para nada, porque es imposible que España pague la 
deuda acumulada y la que se va a ir añadiendo cada vez más 
vertiginosamente, como tampoco la van a poder pagar los demás países 
europeos.
Nuestros gobernantes se empeñan inútilmente en cuadrar el círculo y 
así nos han introducido en una espiral trampa de la que ya solo se puede
 salir cortando por lo sano. Es materialmente imposible hacer frente a 
la deuda del modo en que quieren hacerlo las autoridades europeos y el 
gobierno español, suponiendo que este sepa lo que quiere. Las políticas 
europeas contra el déficit no alivian la deuda sino que son su fuente de
 crecimiento inagotable. Y ocultan que la deuda no solo tiene causas 
sino también propósitos: la esclavitud de los pueblos y el mayor negocio
 de los banqueros. Las políticas y rescates, como el de ahora a España, 
que dicen que se adoptan para disminuirla simplemente la aumentan y nos 
sitúan en la antesala de medidas aún más drásticas para avanzar hacia lo
 que de verdad van buscando: imponer un nuevo modelo que les proporcione
 beneficios a base de empobrecer a la población para competir a la baja 
con el resto del mundo, eliminando para ello todo resto de estado de 
bienestar y de justicia fiscal o económico.
El tiempo se encargará, más pronto que tarde, de señalar de nuevo quién lleva razón y quién no.
Visto el 27/06/2012 en: www.publico.es 
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